Victoria Mera. Crítica literaria.

España, 26 de agosto de 2021

Licenciada en Traducción e Interpretación. Colaboraciones en: Revistas literarias Generación espontánea, Ágora, El coloquio de los perros, Fábula, Ventana sur (Cuba), Papalotzi (México) y Norbania.

Publicaciones colectivas: en 3×3, Colección de Poesía 4 (Editora Regional de Extremadura, 2011), y Trece (Rumorvisual, 2010) junto con otros doce poetas extremeños.

Publicaciones propias: Poemarios Rutas de Vuelo (Ediciones Oblicuas, 2013), Universos Mínimos (Norbanova, 2015) y Cuaderno de flores y otros delirios (Norbanova, 2020).
Su estilo ha sido definido como una “minuciosa arquitectura literaria” y sus poemas “frescos y llenos de poesía”. Instagram: maviemg Twitter: maviemg

Crítica Los Irreales Reseña

de Alba Vera Figueroa

por Victoria Mera

Revivir el pasado es una forma de aprender. Es algo que nos sirve tanto a nivel personal como para la memoria colectiva. Es necesario aprender de lo bueno, pero es todavía más necesario que lo malo nos sirva como revulsivo para el cambio. Si no miramos atrás, si la experiencia de lo vivido no nos sirve para coger impulso hacia un lugar, mental o físico, más sano y más humano nada tiene sentido.
Por esto precisamente he disfrutado mucho de la lectura de Los Irreales, un libro de relatos de la argentina Alba Vera Figueroa. Y es que Alba utiliza la literatura como rebelión, como un arma política de cambio que nos quita la venda de los ojos y nos enfrenta, en un cara a cara delicioso, a nosotros mismos, a nuestra historia y a quienes, jugando sus cartas, construyeron la suya propia.
Adentrarse en las páginas de Los Irreales supone un viaje emocional que forma, sin duda, parte de ese cambio del que os hablaba antes. La autora nos sumerge desde el primer relato en un costumbrismo heredado y anquilosado. Una radiografía perfecta de Argentina que descubrimos a través de unos personajes que, en momentos muy significativos de sus vidas, toman las riendas del cambio a través de su propio compromiso.

Relatos con fuerza y una calidad literaria exquisita componen este libro. Cada uno de ellos puede leerse de forma independiente, pero es fácil establecer la conexión entre todos y reconocer fragmentos de la historia narrada a través de distintas épocas.
De mano de la autora y de sus personajes, recorremos hitos de la historia argentina. Conocemos las cavilaciones de Manuel Belgrano ante la batalla de Tucumán, aquel 24 de septiembre de 1812. Un relato que es pura fuerza.
En La quinta lluvia, junto a la maestra María Emma Piñero, nos trasladamos a los años sesenta. Un relato que esconde mucho entre sus páginas, que entrelaza pasado y presente y que he disfrutado enormemente. No exagero cuando digo que la narración de Alba es excepcional y que, relatos como este, nos muestran la calidad literaria de la autora.
Nubes de encuentro nos habla de las diferencias generacionales, de cómo cada cual se enfrenta a su presente, de la dignidad, esa palabra tan grande.
También hay lugar para el exilio en relatos como La comparecencia. Sobrecoge y emociona esta historia.
Me gusta mucho y me conmueve la fuerza con la que Alba impregna a sus personajes, sobre todo los femeninos. Voces como las de Clara Núñez en Palabra de juez o la de Josefa Lagarrigue en Esa costumbre de estar en otra parte son claves para entender tanto la escritura de Alba Vera Figueroa como la propia historia.
Tengo que destacar también el relato Los tejedores de Homero, conformado por microrrelatos y relatos muy breves que, al igual que hiciera Penélope, se entretejen entre ellos de manera brillante.
No puedo más que recomendaros Los Irreales, un libro que conmueve, que agita y que nos confronta con la historia argentina y también la nuestra. Con un estilo contundente, audaz y delicado, Alba Vera Figueroa nos adentra magistralmente en ese costumbrismo argentino y el devenir de su historia.

Lic. Prof. Damián Leandro Sarro. Crítico literario (nac. Sargento Cabral, Santa Fe, Argentina,1979).

Santa Fe, Jueves 7 – 10 – 2021

Profesor y Licenciado en Letras (UNRosario)
Ministerio de Educ. Ciencia y Tecn. Nación (P.N.B.U.) Becado (1999 – 2001).
En congresos internacionales: UNRosario, UNLitoral y UNPlata:Trabajos de crítica literaria
Trabajos de investigación publicados: en Centro de Estudios Comparativos: revista Tramos y Tramas I y II (U.N.R.), Revista Espéculo (Universidad Complutense de Madrid), Revista Cartaphilus (Universidad de Murcia), Revista Signa (U.N.E.D. – España), Revista El anillo invisible (editorial Eneida, Madrid) y Revista Contextos (Coord. De
Psicólogos de Uruguay)
III Premio Nacional del Bienal Premio Federal Año
2011 categoría “Letras ensayo breve” (Consejo Federal de Inversiones, CFI – Bs. As.).
Ensayo publicado: La refulgencia del Bicentenario o el mito de Pigmalión (CFI, 2011), el Manual
de Lengua I de Educación Secundaria para Adultos (coautoría, Dunken, 2015) y la novela Flagelos
íntimos (Alción, 2018);
Antología de Poetas y Narradores Contemporáneos (De los Cuatro Vientos,2012).
Coordinación talleres de lectura para adultos.
Jurado permanente: Certamen literario de la Feria del Libro de Villa Constitución.
Numerosos seminarios y capacitaciones de la U.N.R. y del Ministerio de Educación de Santa Fe.
Docente en el Taller de Sexualidad y Salud Sexual (área Literatura) de la Extensión de Adultos Mayores de la Universidad Nacional de Rosario.
Catedrático en el Instituto Superior de Profesorado Nº 3 (Villa Constitución).
Actualmente realiza un posgrado de Escritura Creativa (FLACSO) y escribe reseñas para
distintos medios, como la revista TRANSAS (Universidad Nacional de San Martín)

Crítica Los Irreales. Reseña.

de Alba Vera Figueroa

por Lic. Damián L. Sarro

Los significantes de Vera Figueroa

La escritora Alba Vera Figueroa (Tucumán, 1951) ha sabido trazar un sendero literario que se entrelaza entre la escritura ficcional independiente (su primer libro data de 1995), las antologías y las premiaciones, a la par de su formación escrituraria en talleres literarios y en ámbitos académicos (cursó la carrera de Letras en la UNL entre 2011 y 2014, aunque no la concluyó). Con su última publicación, nos presenta un conjunto de relatos que pueden leerse, entre otras posibilidades, como un tejido de significantes unidos por lazos diegéticos que configuran el terreno textual, un espacio donde conviven diez relatos distribuidos en tres partes.
La alusión al tejido no es azarosa, es una clave de lectura para entrar a este microuniverso literario rodeado de varios lazos que sostienen la narración; en este sentido y para este artículo, es posible comenzar por la tercera parte, la última, donde se articula la mitología helénica de la mano de Ulises, Penélope y Telémaco con referencialidades a la historia política argentina; contemplamos a una Penélope que interpela a la «señora de la Justicia» y se compenetra con la situación nacional haciéndose presente; «Penélope en Tucumán nunca volverá a tejer, al menos es telar» (p. 117) y desde aquí se puede comenzar con una posible interpretación: el tejido se va trenzando en los distintos relatos con voces disímiles pero unidas por el mismo lazo, es decir, por la potencialidad que reúnen ciertos significantes en este libro-telar.

En los relatos de la primera parte, los significantes Belgrano, realistas, Tucumán, éxodo, Perón, dictadura y exilio, entre otros, adquieren un valor de tal envergadura que habilita la reflexión metalingüística desde la misma superficie textual, ergo, una especie de introspección en las relaciones entre la palabra y su(s) significado(s), procedimiento que la voz narrativa nos induce a concretar cuando interpela esta serie de significantes diseminados en el telar narrativo: «Y eso me lleva al delirio –no puedo llamarlo otra cosa– de suponer que mis palabras están cargadas» (p. 56), «Nunca pensé que exilio, esa palabra, tendría el sabor ahogado de lágrimas sazonadas de condimentos resonando a guaraní» (p. 61), «Ella piensa que es esa palabra: causa […] Si no tuviese la ‘u’ sería casa, divaga» (p. 74) y la lista sigue. En este énfasis por reflexionar, por volver la mirada sobre la misma escritura a partir de estas palabras –de estos significantes– se genera una potencialidad de los respectivos significados que, en el telar narrativo, toman un valor polisémico; este mecanismo nos permite pensar en el valor del signo lingüístico, pensar también en el lingüista ruso Valentín Voloshinov (1895-1936), quien afirma que «el significado de una palabra está totalmente determinado por su contexto. En realidad, hay tantos significados para una palabra como contextos para su uso» (1). Esto es lo que sucede en el telar narrativo de Vera Figueroa, ya que esas palabras mencionadas anteriormente eclosionan en un crisol de significados que nutren el terreno textual.
Este método narrativo influye para que, en esta primera parte, la interpretación de los seis relatos se incline hacia una lectura fuertemente política dentro de la ficcionalización condimentada con una perspectiva de cierto revisionismo histórico. En el primer cuento, por ejemplo, la densidad semántica de los significantes sobrevuela todo el telar narrativo: realistas, Irreales y éxodo; así, en esta lectura, ya tenemos las reglas del juego que, a modo de prolepsis o flashback, se irán tejiendo a lo largo de toda la superficie textual: «Al general Belgrano y a sus hombres se les atraviesa la palabra realista incrustada en esos pueblos apenas tangibles y querrán borrar del horizonte tucumano a ese paredón uniformado» (p. 14). En el segundo relato, La quinta lluvia, la conjunción entre los significantes maestra, Belgrano, patria y Tucumán permite generar un clima de misterio al tiempo que la narración interpela la historia patriótica desde la mirada institucional de la escuela: «Qué impulsa a alguien de esa condición [Belgrano] a decidirse y luchar por la independencia de un pueblo» (p. 30).
En la segunda y, explícitamente, en la tercera parte, la mirada de lo político nacional como eje articulador cede lugar a otros tópicos, aunque aquella no se diluye en el mare nostrum diegético: la figura del dictador Franco, el Mundial del 78 y la mitología griega, mejor dicho, la tríada homérica que se mencionó anteriormente. El último párrafo del libro versa así: «Ahí están… los hacedores de historias –los tejedores de Homero–. Penélope los ve llegar…» (p. 123), y esta frase es, justamente, una sutil referencia a Los Irreales en su integridad semántica: voces hacedoras de historias que tejen, cual telar homérico, vericuetos donde habitan personajes y personificaciones históricas en una tensa armonía, si se acepta el oxímoron. Quizás nosotros –lectores– seamos como Penélope intentando destejer, desmembrar, deshilachar las tramas narrativas que subyacen en los significantes aludidos.
¡Que comience la travesía!
(1) El signo ideológico y la filosofía del lenguaje, Ed. Nueva Visión, Bs. As. (1976), p. 100.

Prof. Lía Chambeaud

San Miguel de Tucumán Jueves 7 – 10 – 2021

Profesora de Pedagogía con orientación psicológica- Facultad de Filosofía y Letras de la UNT-, Psicóloga Social e Investigadora del CIUNT. Docente universitaria muchos años. Profesora Adjunta Regular de la Cátedra “Didáctica General” y profesora de la Cátedra “Introducción a la Educación” del Profesorado en Juegos Teatrales en la Facultad de Artes de la UNT. Profesora del Pos Título en “Investigación Educativa” de la Facultad de Filosofía y Letras y miembro del Consejo de Pos Grado de la Facultad de Artes.

Lía Chambeaud tiene una reconocida trayectoria de gestión en organismos educativos y socio culturales, fue Directora del Museo de la UNT, Directora de Enseñanza Media y Superior de la Secretaría de Educación y Cultura de la Provincia con el advenimiento de la Democracia, Secretaria Académica de la Facultad de Artes de la UNT y Subsecretaria de Extensión Universitaria del Rectorado de la UNT.

Crítica Los Irreales. Reseña.

de  Alba Vera Figueroa

Por Lía Chambeaud

Los relatos que dan cuerpo al libro unen, con simpleza y emoción, las vidas y años de quienes anidaron en Tucumán en los 60 y los 70 y amarraron las luchas por cambiar el mundo, desde nuestro propio mundo, este de la cotidianeidad, que nos configura día a día y nos pone luz y lágrimas en los ojos.

La Memoria que no se pierde ni se borra, aunque tengamos olvidos o vacíos siempre está en los recuerdos, en los dolores, las alegrías y las tristezas, pero también en la esperanza de que “esos irreales” que memoramos estén siempre presentes.

Los primeros relatos unen la historia de los valientes tucumanos que junto a Belgrano ganaron la Batalla un 24 de septiembre de 1812, y el valor de una maestra que viaja al campo todos los días y ama enseñar. La maestra que pone énfasis en enseñar a sus alumnes sobre la rebeldía y la desobediencia de nuestro patriota para lograr enfrentar a los realistas.

La valentía de la maestra en su diario camino bajo la lluvia, para compartir y hacer la patria con sus alumnes en ese campo de Los Nogales, que hace de Tucumán su legado. Son solo cinco días de lluvia, miedo, soledad y compañía que dan cuenta de la vida de una compañera docente, de su memoria, de su biografía.

Y es allí donde los irreales se hacen reales y con sus nombres nos van diciendo de los encuentros: de amores, de la historia de la militancia, pero también de las angustias, miedos y dolores conque el terrorismo de Estado nos iba golpeando, expulsando a compañeras y compañeros al exilio, así como al secuestro, la tortura y la desaparición.

Y el homenaje no está ausente y son esos nombres que aún retrotraen los rostros, las historias y la pérdida de aquellos y aquellas: los y las compañeras con quienes caminamos las calles, las veredas y la etapa de la vida que aún no se pierde y sigue estando en les hijes y les nietes que sostienen la memoria desde sus propias vidas.

Pero “La Comparecencia” de mayo de 1976 nos penetra el cuerpo desde la carta que Sara le hace llegar a su familia, en la que les explica su huida después del encuentro forzado con el interventor militar en su lugar de trabajo. El uniformado que llega y les hace sentir que arribó el dueño de sus voluntades y sus vidas; recuerda, “…. me mira y en voz alta como si hablara para su tropa, me ordena:  Sara Villada Piñero, el lunes a las siete y media preséntese en mi despacho”. Y con el pecho constreñido, leemos cómo cuenta, desde lo que recuerda de aquella inquisitoria, como un testimonio que no escuchan jueces, pero concurre a completar la Memoria que falta en la historia de aquellas generaciones “Reales” y que finaliza cuando el militar le pide “Más nombres, los que no figuran en el sindicato con sus apellidos y domicilios. Piénselo”.

Y la Injusticia de la justicia también se hace presente desde un relato que nos identifica con la reflexión imparable de quien sabe y lo puede decir, que en las “causas” de les menores, debemos cambiar esa palabra y empezar a decir “consecuencias”, que mejor expresa la desigualdad e injusticia.

Y no quedaron afuera las experiencias vividas en los exilios y las vueltas, los reencuentros y las historias familiares en nuestras vidas, vidas contadas desde las mujeres y por una mujer. Y es también la memoria que falta aún completar desde las propias militantes, muchas olvidadas o consideradas secundarias en la militancia.

La real, la autora, retoma la línea de la historia que Tucumán ha vivido y está viviendo en sus luchas y sus atropellos, desde Penélope, Ulises y Telémaco. Los irreales y la ficción de sus relatos van derramando paisajes de la Isla y el Jardín de Tucumán donde la Señora Justicia, según cuentan algunas vecinas, dice, se sacó la venda imparcial y se puso una capucha, tirado la balanza y empuñó “la picana” y salió vestida de hombre en unos autos verdes sin patente. Desde entonces, dice Penélope, la gente en Tucumán, no sabe qué es la justicia, aunque van y vienen en ella.

Y algunos genocidas están junto con los presos comunes y cuentan sus mentiras también. Y la vida en Tucumán va pasando y se proponen ellos tres, ficcionados, seguir luchando por los sueños, aunque no siempre los encontrarán.

Penélope se sentará en la fuente de agua del parque y esperará que las luces se prendan y reaparezcan quienes fueron lecreadores de los sueños que andan rondando sin encontrar lugar.

Los irreales, de Alba Vera Figueroa (Metrópolis libros, Buenos Aires, 2021).

Lía Chambeaud – autora de la crítica

UNA RESPUESTA A “SOBRE LOS IRREALES, DE ALBA VERA FIGUEROA”

  1. Ketty Mollerach Valentinuzzi dice:
  2. 13 noviembre, 2021 a las 10:15 pm

La memoria no se pierde ni se olvida!!!
Así es Lía querida.
Todos viven en y con nosotros y nosotras.
¡¡¡Nuestra heroica generación!!!.
Y nos mantiene dolores, amores, orgullos y fuerza para seguir adelante en esta lucha por un país para todos…

Cecilia Fresco. Poeta, novelista.

Neuquén, 21 de mayo de 2023.

Cecilia Fresco ha publicado las novelas:
Las Huellas (El Camarote Ediciones, 2010), Bonaire (Espacio Hudson 2022) e Hijo del Instante (Ed Vela al Viento y De la Grieta 2022) en conjunto con Diego Rodriguez Reis.
Los libros de poesía Realidad vs Representación (Ediciones del Dock, 2014) Super 8 (Ed. de la Grieta, 2020) y La Vida en el suelo en conjunto con Natalia Belenguer (Ed. Espacio Hudson, 2019).
Los libros de cuentos Invierno (Ediciones Patagonia Escrita, 2017) y Circulares en conjunto con Mónica de Torres Curth (FER, 2019). Ha participado de varias antologías.

Es integrante del grupo literario ALAMBERSE! de Villa la Angostura.

Crítica Los Irreales. Reseña.

de Alba Vera Figueroa

por Cecilia Fresco

LA MATERIALIDAD DE LOS IRREALES

Gentilmente, hace unos meses, me llegaron por correo desde Tucumán, dos libros de la escritora Alba Vera Figueroa: El crepitar de la memoria y Los Irreales. Dos hermosas ediciones de Metrópolis Libros.

Quise reseñar este último, Los Irreales porque, ya desde la tapa ilustrada con una maravillosa pintura de Juan Marcelo Rodríguez, me atrapó inmediatamente. Su primer cuento, “Los Irreales”, me llevó a un terreno histórico preciso y alucinado. Pude, como nunca antes, ver a Manuel Belgrano avanzar en la bruma del 24 de Septiembre, sentir el coraje de su desobediencia y el coraje del pueblo tucumano que lo siguió.

Me fascinó el sentido que cobran lo real y lo irreal en este relato, la capacidad de Alba Vera Figueroa de estar presente en el momento pasado y recrearlo. Me emocioné con esa plaga de langostas aliadas en la neblina, por esa voluntad contagiosa de de defender la patria, con la que hasta los animales ayudaron. Me sentí viva ahí, presente en esa madrugada histórica.

Alba va de lo íntimo a lo general. Su materia es la palabra emocionada, es puro corazón, pasado por el tamiz de la razón, con la que logra una sustancia potente y suave a la vez. Habla aquí y ahora, porque es de el aquí y ahora mismo lo que dice, aún cuando habla del pasado o del futuro. Su trabajo es tremendamente valioso, no sólo como testimonio histórico -desde el inicio mismo de la patria, desde su corazón tucumano- sino como una original prosa llena de pasajes deslumbrantes.


Las nereidas, de Lola Mora.

“Cuando escribo persigo una nueva combinatoria de palabras, un matiz diferente, un color, una cadencia en la voz, en la frase, que venga en auxilio para transmitir ese inasible que habita en la imaginación y que me emociona y pretendo que llegue así, de la manera más fiel posible”, dice la autora a la revista Letralia. Un ejemplo de este matiz diferente puede leerse en “Los Irreales”: “Manuel Belgrano avanza sin saber que de entre los huecos de septiembre el 24 habrá de ser el más beligerante”.


Batalla del 24 de Septiembre (de la pág de Suteba)

Leyéndola siento que hay dos vertientes que afloran y se chocan con crudeza: la narradora de intensidad y despliegue poético y la narradora de obstinda voluntad registradora. Ambas hipotéticas narradoras que viven en este libro, la poética y la historiadora, celebran la memoria y sientan claramente una posición política, ideológica, de rescate de un pasado terrible y reciente. Recorriendo sus páginas pienso en el poema “Ketalar” de Marcelo Gobbo, que dice:

“El agua de esta patria arrebatada

se llevará nuestros nombres

nuestros hijos

nuestros padres»

Pienso que Alba escribe contra ese agua devastadora, contra la inundación de olvido y conformismo. Recuerda el poder de la lucha de los que menos tienen cuando dice:

“-Vencimos a los que teníamos adelante, al frente. Los pasamos por encima, los traspasamos como si no fueran nada, como si no fueran Reales, y fuimos al corazón de sus tesoros, fuimos al centro que les latía de hierro, de cañones, de oro de Potosí, de municiones, de medicinas, de alimentos. Tocamos toda su realidad avituallada, los despojamos de lo único que los hacía más reales que nosotros”.

Alba Vera Figueroa, desde su bella provincia, escribe con la ilusión de reparar el tejido roto, es como la Penélope mediterránea de su libro a quien:

“Tejer, lo que se dice tejer, no la vimos. Lo que ella hacía era caminar hacia el telar envuelta en su túnica clara, leve como de aire; sentarse en la butaca, enredar entre los hilos sus dedos finos y largos acostumbrados a la lira; mirar el tejido con esos ojos de anhelo y prmanecer en la inminencia del movimiento. Eso era todo. El tejido, en realidad, lo hacíamos nosotros, los que leíamos una y otra vez a Homero.

Ella, Penélope, nos destejía cada anochecer”.

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