Lectura crítica de «El pintor de Flandes» de Rosa Ribas

Escrita por

Vera Figueroa, Alba

Rosa Ribas
Editorial Roca
Género: Novela histórica
Primera edición: enero de 2007

Lectura Crítica de «El Pintor de Flandes» de Rosa Ribas

Por Vera Figueroa, Alba

Marzo, segunda mitad del 1600, una isla en el Atlántico de paso entre el nuevo mundo, el continente africano y la península ibérica. Paul Van Dyck, el pintor nacido en Flandes y exdiscípulo del famoso Rubens, se encuentra allí, donde ha permanecido exiliado durante los últimos veintisiete años. Después de una escena inicial –muy lograda– en la cocina de su casa, donde su criada realiza los preparativos para la comida, Paul Van Dyck se dirige al puerto a buscar noticias sobre lo sucedido en Inglaterra luego de la decapitación de Carlos I, ocurrida dos meses antes, el 30 de enero.

Cuando regresa, se dirige al galpón que le ha servido de taller todos estos años y retira el lienzo que cubre el cuadro que representa La degollación de San Juan Bautista. Cubrirá de pintura negra el rostro de Carlos I en esta reproducción.

De este modo, con un relato lleno de color, sonido, misterio y hasta de aromas, en escenas muy bien retratadas, Rosa Ribas inicia la narración. Los personajes secundarios en este comienzo, tanto la criada como el cambista y el único alumno que tiene en la isla, son presentados con claridad y humanidad.

El retroceso en el tiempo, a fin de desenvolver la historia de Van Dyck y del cuadro, como quien desenrolla un lienzo, se desliza de un modo natural, muy fácil de comprender, y su reminiscencia va siempre unida a un personaje, a un hecho que la va guiando. Tenemos la sensación de que rememora con un cierto orden lógico. Y por ello, llama la atención la primera de esas entradas hacia el tiempo, anterior, cuando se realiza el encargo de la pintura que desencadenará la historia. Esta entrada, casi como una irrupción, está dada en mitad del capítulo con un subtítulo que indica lugar y fecha. Habría que pensar si no se trata de un exceso de celo de la autora en cuanto al cuidado de sus lectores a fin de facilitarles la comprensión de la historia. Pero también es dable otorgar la influencia de un recurso que el cine utiliza en este género.

También la aparición constante y continua del Conde de Villamediana en el taller de la isla será vivida como una interrupción por el propio Van Dyck, pero sus comentarios, su ironía y el desparpajo y resentimiento por lo ocurrido nos servirán a los lectores para ir completando los datos que hacen a la historia. Y al mismo tiempo le servirán a la escritora para llegar a un final en el que se nos concede todavía una sorpresa más.

En cuanto a la organización del libro, es necesario aclarar que no tiene división por capítulos, sino por escuetos títulos escritos con letra algo mayor que el cuerpo central del texto, los que no están marcados en negrita. Esos títulos sirven de organizadores de la temática y es por lo que me parece interesante nombrar algunos: “La cabeza de la gallina”, “La huida”, “Pobre infanta”, “La cabeza de Olivares”, “Sir Anthony Van Dyck”.

En el interior de estas unidades narrativas hay otros títulos que están escritos en cursiva y que indican lugar y fecha. Creo que esta diferenciación, por su forma, comunica cierta interioridad. Luego hay otra característica –una letra gama– impresa en un estilo difuminado que armoniza con el encabezamiento que se repite en cada página en el que figura el título de la obra y el nombre de la autora, así como con el pie de página que indica la numeración. Cito esta peculiaridad porque creo que, si bien hace a la unificación de tipos, provoca cierta dispersión en la concentración debido a que cuando esta separación aparece es porque indica el comienzo de la narración de un hecho que precisa de cierto apartado. La vista realiza entonces la unión entre este signo con el nombre de la autora, la del título del libro y la de la página y provoca un estado de momentáneo “despertar” del clima que la autora, con gran acierto, ha venido creando. Como lectora tomo conciencia de la materialidad del libro y, del mismo modo mágico por el que he entrado a los ambientes que la narración está tratando, salgo momentáneamente. Me ha parecido necesario trasladar a mis lectores el resultado de esta sencilla pesquisa a fin de que, advertidos, puedan continuar con el placer de la lectura.

En cuanto a la voz narrativa, si bien está focalizada desde Van Dyck, será natural encontrar también esa cercanía en otros personajes cuyas voces y pensamientos se nos aparecen como verosímiles. Pero es sobre todo cuando se ocupa de los pensamientos del pintor Van Dyck, que es quien rememora la historia desde la isla, cuando alcanza una mayor intimidad.

En cuanto a la recreación de la época podemos apuntar que, si bien hay cantidad de datos que transmiten la impresión de estar enterándonos de aspectos de la vida cotidiana, del ambiente, de las costumbres, del estado de las calles, la oscuridad, la ausencia de baños, etc., no llegamos a estar dentro de ella sino como –y esto deberá corroborarlo el lector– voyeurs privilegiados.

Me atrevo a opinar que esta sensación se debe a la utilización de un lenguaje contemporáneo en la narración. Pero en contrapartida, nos permite la cercanía y verosimilitud de todos los personajes con los que, llegamos a pensar, solo nos diferenciamos por las costumbres; mucho más cercanos de lo que podríamos sentirnos con respecto a culturas que, aun siendo contemporáneas, debido a sus referencias tal vez religiosas y filosóficas ajenas a nuestra historia, se nos presentan como incomprensibles.

Podría agregar que se trata de una imaginativa trama, llevada con claridad y consideración al lector, cuyo argumento se encuentra perfectamente ajustado y sin flecos sueltos, ya que todos y cada uno ha sido tomado en cuenta hasta la última línea de la última página. De allí que en conjunto se transmita una sensación de agradable afecto en esta, la primera novela de Rosa Ribas.